ENFOQUE DIALÉCTICO
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El
Ejército de Ocupación Cultural:
De la
guerra de 4ta Generación a la Guarimba.
Por: Willmer Chang
(*)
Los acontecimientos recientes en nuestro país, nos hacen reflexionar
sobre la penetración cultural y los mecanismos de dominación mundial que cada
vez son más refinados. El efecto tóxico de pseudo ideologías, la alienación
hacía el proyecto nacional, el poderío de la guerra psicológica, la guerra de
los medios, y la evidente pérdida de la identidad patriótica quedaron en
evidencia con las acciones violentas de algunos sectores de la derecha.
La guerra de implantación cultural está en su
máximo clímax. Las incesantes jornadas de bombardeo mediático en contra del
proyecto Bolivariano, han engendrado una generación completa de “soldados
alienados opositores” dispuestos a vender a su país, solo por el simple hecho
de no contar con argumentos válidos en el campo político, y un proyecto viable
para sus aspiraciones de clase antes dominante, y que tiene repercusión en los
subsiguientes escalones de la estructura social que defienden, es decir la
llamada “clase media”. Clase que por cierto en ese esquema jerárquico de la
sociedad capitalista está llamada a ser un “engendro”, pues no son realmente
dueños del poder económico, sueñan con aspirar al control de los medios de
producción, reproducir algunas conductas
de sus “amos” o “jefes”, y que desdicen y odian a las “clases inferiores” o el
llamado “lumpen” o clases populares en nuestro argot revolucionario.
Adicionalmente, se ejerce una especie de “endoracismo” que desprecia
profundamente al adversario político, y se encaminan entonces al camino de las
acciones violentas como “la salida” natural en contra del gobierno
legítimamente constituido.
Esto se remonta al mismo momento en que la Revolución
Bolivariana llega al poder. Sus antecedentes inmediatos están en los sucesos de
abril del 2002 con el golpe de Estado mediático y petrolero, en las
subsiguientes guarimbas de los sectores acaudalados del 2007, y de la incesante
guerra de desprestigio en contra del gobierno nacional, que encuentra en los
medios un canal efectivo para distorsionar la verdad y el curso de los
acontecimientos. Esto se repite en el escenario actual, con algunas variantes,
ero los medios son sin duda parte del arsenal para esta conspiración.
Si, otra vez los medios de comunicación. Pero
esta vez, a ultranza de agotar el mismo guión de muerte, mentiras, manipulación
y desgaste de la realidad incorporan elementos tecnológicos con los que no contaban
en los ataques del 2002. Las llamadas “redes sociales”, que pueden colocar una
mentira en “segundos” a escala planetaria con la subsiguiente repetición
inmediata, sin ningún tipo de miramiento o indicios de querer corroborar estas
informaciones. La guerra comunicacional es una realidad. Otra vez nos tomó por
sorpresa, y efectivamente (debemos decirlo) nos ha arropado con una furia para
la cual no estábamos preparados. En el escenario de confrontación de la
actualidad, esa guerra de 4ta generación ha aumentado el número de efectivos
antipatriotas en nuestro propio territorio. Es un ejército de ocupación, que a
nuestro juicio no es silencioso. Se escuda en la supuesta condición de luchar
por la “libertad” para maximizar las mentiras y ataques contra el Estado. Se
regocija de manipular situaciones y hechos a favor de los sectores que
representan solo intereses de clase dominante, y logran permear incluso a los
sectores populares que poco o nada comparten con los convocantes de la “alta
alcurnia”. Y reiteramos, no son silenciosos, pues con semejante uso de las
tecnologías de comunicación e información generan contextos irreales,
subjetivos, y difamatorios que afectan la estabilidad de toda la patria.
Pero ¿Quiénes son los que ostentan el poder de
utilizar a la tecnología de las redes sociales y medios tradicionales de
comunicación para desestabilizar? Conviene ejercer un ejercicio de razonamiento
para la respuesta a esta interrogante. El uso de la tecnología celular, y
especialmente de los “SMART PHONES”, o teléfonos inteligentes ha crecido
exponencialmente en nuestro país. Paradójicamente los sectores de la “clase
media” y “clase media alta” son las que han tenido más acceso a esta clase de
tecnologías. Suponemos que no debe ser tan “terrible” esta dictadura para que
hayan podido acceder a estos juguetes de avanzada tecnología, y que el
“régimen” no ha estado tan equivocado en su política económica, ya que en otros
países esta clase de servicios representan un verdadero lujo, y no está a
disponibilidad de toda la población.
Es sorprendente ver, oír, leer las inmensas
cantidades de mensajes directos (ya no son subliminales) que día y noche se
enfilan contra el gobierno nacional, sin mayor miramiento que los beneficios
que a su causa les proporcionarán. Con pasmoso asombro observamos que van
dirigidos a un determinado público joven, que a usanza de soldados virtuales,
repiten y redifusionan estos tóxicos mísiles contra su misma patria.
Se vincula este ejército de ocupación con una
parte (quizás no la mayoritaria) de las universidades privadas, algunas
autónomas, y aunque Ud. lo ponga en discusión de algunas universidades públicas
e hijas del proceso revolucionario. Afectan por efecto de avalancha a incautos
estudiantes, que pretenden hacer cambios políticos solo usando el teclado y una
imagen. Abundan los “luchadores de la libertad” en mensajes de texto, videos en
las redes, conversaciones por Zello, twuiters, mensajes de Facebook entre otros
medios. Esto no sería tan grave si los mensajes que difunden no constituyeran
apologías al delito, a la xenofobia, al odio racial, al fascismo y a la
violencia generalizada. De estos llamados “espontáneos” ya hay víctimas. De
estos mensajes de este ejército de ocupación cultural existen daños materiales
incontables. Y lo que más preocupa, es que incluso llegan a pedir la
intervención internacional para eliminar el gobierno. Un ejercicio de poca
claridad patriótica, sustentado solo en la ambición de poder de algunos grupos
dominantes para los cuales trabajan sin
conciencia alguna.
Este mecanismo de manipulación de la verdad,
implantación cultural e ideológica corresponden a años de praxis en las filas
del mundo globalizado, y en nuestro país encontraron una acogida sin precedente
en los sectores de la llamada “clase media” y “clase media alta”, que no aceptan
el proceso revolucionario, y que so pena de haber sido atendidos y beneficiados
por la revolución actúan en su contra, más por una cuestión de moda
(evidentemente inducida) y de estatus ante el perverso sistema capitalista, y
su forma de expresión en los países que el sistema requiere para su
sostenimiento.
Se convierten en individuos que no responden a
una lógica política nacional, y que solo se ven interesados en satisfacer sus
intereses. Apelan a un exasperante discurso de Antipolítica para acceder por
medios políticos al poder. Una verdadera contradicción y aberración. Integran
este ejercito miles de estudiantes incautos, de mediana edad, que solo han
visto una realidad ficticia de su entorno clasista y modificado, más bien
acomodaticio de lo que es el país. Representan al élite de vanguardia del
ejercito de ocupación cultural, pues no se reconocen a si mismos como miembros
de la patria grande, ni comparten la esencia cultural de nuestros pueblos.
Adoran el sistema civilizatorio del “norte desarrollado”, y se vinculan muy
estrechamente con su forma de vestir, de actuar, de hablar, de sentir. Es una
verdadera pérdida de lo que significa el “ser”. Y esto no ha ocurrido de la
noche a la mañana. Han sido penetrados por lo menos por dos décadas de bombardeo
constante, a través de millones de horas de programación de televisión, uso de
la Internet, la plataforma de
penetración del cine estadounidense y europeo, y del reciente uso de las redes
sociales.
Esto debería representar una amenaza para el
Estado y su seguridad. Pues por condición legal, estos individuos viven en
nuestro territorio, pero atentan desde dentro en su contra.
Han visto frustradas sus posibilidades de ganar
elecciones, y acuden al escenario de las redes para ejercer “su valentía”, influenciados
por los bajos y oscuros intereses de poderes transnacionales e imperiales.
Esta clase de soldados no razonan. Solo acuden
al campo de batalla por el influjo de las órdenes del sistema tradicional. No
cuestionan. No investigan. No se hacen preguntas. Transgreden el marco legal
sobre la materia, y generan condiciones para su violación. Solo accionan sus
armas sin preguntarse si eso tendrá consecuencias para su país o su nivel de
vida. No están concientes de la magnitud del daño que les han hecho, y que
consecuentemente ellos repiten con la actitud autómata.
Los llamados a la violencia, a la
desestabilización, el no reconocimiento al Estado social de derecho y de
justicia, de las instituciones, del marco jurídico, y de toda la estabilidad
política dejan como resultado una situación absolutamente innecesaria de
tensión interna, que se magnifica con el apoyo de los poderes foráneos
interesados en la caída del gobierno del presidente Maduro. Estas acciones
representan planes desarrollados, tutelados, financiados y ejecutados por
factores de muerte y ambición desmedida. Los auspicios del Imperialismo
estadounidense através de sus fundaciones fachadas, la incorporación del
paramilitarismo colombiano en detrimento de la soberanía venezolana, y las contradicciones
que presentan las masas alienadas de opositores furibundos sin mayor argumento
o causa justificada que un golpe de Estado, han perpetrado esta situación que
cobra la vida de venezolanos, altera la paz y el esfuerzo del gobierno nacional
por conquistarla, y dan cuenta del poderoso aparato de dominación cultural de
masas que encuentra en las grandes empresas privadas de comunicación y la tecnología las vías para
acometer sus objetivos.
Deducimos que la posición de artistas del
espectáculo (nacidos en esta tierra y foráneos), cantantes actores y actrices
también es parte de la concertación para acabar con la Revolución Bolivariana.
Estos sectores están comprometidos con una potencia imperialista, que defiende
su posición de poder a través de la influencia del cine y la música. Esto es
una caja de resonancia para los mensajes que el imperialismo necesita
reproducir en las mentes incautas de las filas del ejército de ocupación, pues
sus mentes ya están ganadas a esta causa.
El efecto discursivo aparentemente inocuo de estos artistas (algunos de
los cuales no opinan sobre la realidad de sus países de “origen”, pero si de
Venezuela) ha potenciado el escenario de confrontación, y les da una dosis de
“morfina” a los sectores comprometidos en el golpe de estado continuado en
nuestro país.
Esto no es ficción ni paranoia. Es un evidente
campo de batalla virtual que cada vez cobra más víctimas. Y urge una política
de Estado para evitar esta clase de penetración.
Cabe preguntarse entonces ¿Cuál es el futuro inmediato
si el Estado no reacciona contra este ejército de ocupación cultural? ¿Podrá
subsistir la Revolución Bolivariana en el tiempo si hace caso omiso a este
ejército de ocupación?
Debemos entender este contexto del ejército de
ocupación cultural para buscar las herramientas correctas, y tratar de frenar
el daño que le propician a nuestro sistema político y participativo, y más allá
a nuestra patria. De lo contrario estaremos cediendo terreno para la implosión
desde nuestras entrañas, y acometiendo un error táctico en la lucha por la
construcción de la suprema felicidad social.
¡INDEPENDENCIA O NADA!
(*) Docente revolucionario e investigador social.
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