ENFOQUE DIALÉCTICO
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Conciencia revolucionaria
vs. Cultura del Consumismo. Luces y Sombras.
Por: Willmer Chang (*)
La conformación de una base sólida para los proyectos políticos siempre ha
sido una necesidad, sobre todo en los procesos de carácter no convencional o
revolucionarios de toda la humanidad. Generalmente los cambios dramáticos y con
saldos a veces no esperados son un dogma en los procesos de cambios radicales.
Conviene recordar en perspectiva la primera revolución de carácter socialista,
la Soviética, que supuso un final precipitado para el régimen zarista de
capitalismo transnacionalizado, el acelerado proceso de la Revolución China que
redimensionó el régimen feudal, o la Revolución
Cubana que trastocó las fauces del Imperialismo estadounidense. Todos estos
procesos, unos más dramáticos y violentos que otros, representaron el punto de
quiebre en la búsqueda de un sistema civilizatorio distinto con respecto al
capitalismo explotador y salvaje.
En ese sentido, la Revolución Bolivariana se convierte en un proceso sui generis, tanto por las formas, las condiciones, los contextos y
los actores; como por el incesante y continuo hecho confrontacional que supone
derogar las instancias actuales del heredado Estado liberal burgués, y que
consecuentemente conlleva a una posición antagónica con el sistema económico
dominante. Pero que en su misma dinámica no refleja las condicionantes
históricas clásicas de procesos anteriores. La Revolución Bolivariana en el
presente momento asume el escenario de participación política y popular como
metodología de subsistencia, y promueve un mecanismo de reproducción de la
participación revolucionaria, que no se
realiza por coacción, sino por convicción.
Esta extraordinaria dualidad es, en principio una característica totalmente
diferenciada de los acostumbrados y convulsionados procesos históricos
revolucionarios. ¿Quiere decir esto que la Revolución Bolivariana y la tesis
del Socialismo Bolivariano no ha sufrido
ataques en el escenario de la confrontación? La respuesta es un rotundo
no. Si ha sufrido los embates de los reducidos y recalcitrantes sectores élites
del país, que responden con una furia inusitada por ver reducidas sus anteriores
posiciones de supremacía y sus intereses otrora ligados con el parasitismo estatal
crónico. Aunado a ello la absoluta y descarada genuflexión a intereses
transnacionales e imperiales, lo que hace muy peligroso a este reducido sector
burgués.
Como consecuencia de la confrontación de intereses (que es su clásica
concepción del socialismo Marx llamaría lucha de clases) los actores políticos
han tenido que definir sus estrategias. Para fortuna de proceso bolivariano, las
estrategias han sido acertadas. Cada día cobra mayor vigencia la construcción
de un Estado social de derecho y de justicia, con la premisa de primero la
resolución de las necesidades humanas
antes que el capital.
Ahora bien, el Socialismo Bolivariano procura imponer un Estado de interés
social, basado en las necesidades colectivas, en la inclusión, en la transformación
material y humana de la sociedad, y del evidente proceso productivo alternativo
al capitalismo. ¿Es posible esto en el marco de un proceso productivo
intoxicado por la usura, por la terciarización, por el consumismo exagerado,
por la alienación, y por la maximización
de las ganancias? De nuevo se impone un no rotundo como respuesta. Los
acontecimientos de la ofensiva económica del gobierno del presidente Maduro,
afirman la necesidad de revisión profunda y radical de la dinámica económica
nacional. Es realmente sorprendente conocer los niveles de usura, especulación,
malversación y podredumbre moral en la cual están sometidos los “procesos
comerciales” de una minoría en
Venezuela. Recalcamos la frase “procesos comerciales”, pues no convalidamos la
frase “proceso productivo”, pues es evidente que la economía de puertos, la
excesiva importación, el abandono del aparato productivo endógeno, y las
posturas anti-nacionales de los responsables de las cadenas comerciales en
nuestro país, alejan de su sentido productivo a este estamento social. Si se
hace una retrospectiva en relación a la Venezuela a finales de los ochenta,
encontraremos el germen perfecto de una explosión social provocada por la
insatisfacción de las necesidades básicas del colectivo.
De allí la respuesta del Caracazo de 1989, proporcionalmente a las acciones
neo-liberales, el sector mayoritario reaccionó para poner el primer grito
conocido contra la doctrina del FMI. Es una reacción no esperada en el contexto
del mundo bipolar, pero que efectivamente reorientó las fuerzas políticas y de
organización popular, alzando las banderas de las necesidades fundamentales de
los millones de seres humanos que habitaban en situación de pobreza crítica. Esa
explosión social estaba justificada en los términos de la lucha por la
justicia.
¿Pero cual es la lectura de una posible explosión social en los actuales
momentos producto de la inflación, la escasez o la imposibilidad de acceder a
ciertos productos? ¿Tendrá la misma justificación un levantamiento popular hoy
en día? Conviene definir algunos puntos de vista al respecto. La espiral
anti humana de la inflación adelantada por los sectores comerciales debería ser
declarada como un crimen de lesa humanidad. Porcentajes híper exagerados de
ganancias, reflejan la verdadera naturaleza del parasitismo importador en
nuestro país. Esta situación no solo era para obligar una explosión social
similar al Caracazo o la salida del presidente Nicolás Maduro. Es una constante
de este sector comercial usurero promover la fácil ganancia y la explotación
del consumidor.
Obvian la norma elemental económica de alta rotación de los productos, la
relación calidad-precio, el margen racional de ganancia y las leyes de la
oferta y demanda. En nuestro país, incluso la misma lógica del capitalismo
clásico se ve sobre dimensionada.
Impresiona la ligereza con que se
asume de parte de este sector comercial usurero el concepto de Plusvalía, y lo
que sorprende con mayor preocupación es desde cuando ocurre. Y en nuestro
criterio asumen una condición absolutamente frontal ante sus intereses
históricos de clase dominante y explotadora, casi anunciando la inexistencia de
un Estado que tiene como objetivo regular el hecho económico. Esta actitud insistimos no es nueva. No es
exclusiva de esta coyuntura temporal, es la práctica usual de estos sectores.
Unos pocos dominan las necesidades de muchos. Si en algún momento se ha estado
cerca de la revisión del proceso económico en nuestra República es ahora.
Necesaria e ineludiblemente el Estado debe profundizar en las acciones de
supervisión y fiscalización. La batalla de la conciencia colectiva sobre las
necesidades verdaderas debe estar también en primer plano. No podemos promover
el consumismo excesivo derivado de estas acciones, pues solo beneficiaríamos el
proyecto capitalista y el bolsillo de los especuladores.
Es una reacción casi natural, la de asistir en masa a los comercios luego de una medida de fiscalización, ya que
este derecho de acceso en el pervertido sistema comercial venezolano lo había
imposibilitado. ¿Pero realmente es producto de una necesidad básica o de una
necesidad implantada o creada? Hay que hacerse preguntas sobre esta situación
también. La conciencia de lo que estamos construyendo como proyecto nacional es
vital. Tenemos que adelantar una verdadera batalla contra los mecanismos del
consumismo, que incluso se están reproduciendo en las filas de la revolución.
No es una reflexión a priori, es una preocupación de lo que significaría
montarse en los vagones del lujo, confort y hedonismo que promueve el
capitalismo.
Si esa conciencia no esta bien cimentada, el diseño estratégico del
proyecto se diluye, se dispersa. Efectivamente, las inmensas filas en comercios
de electrodomésticos, ropa, calzado y otros indican que en algunos aspectos la conciencia
revolucionaria se ha visto afectada por la necesidad creada de consumir.
No criticamos acceder a bienes y productos que satisfacen necesidades
reales, sino caer en el terreno consumista. La línea entre el consumismo y las
necesidades reales a veces se desdibuja en el colectivo. Y esto puede ser un
indicativo de la necesidad de reforzar la orientación real de la Revolución
Bolivariana.
Una acción combinada de presencia efectiva, de concientización y sobre todo
de participación, son los elementos de una ecuación perfecta para entender como
se debe cambiar el modelo económico. Esta situación es ideal para adelantar el
estudio de cómo el capitalismo usurero incide sobre la concreción del proyecto
nacional contemplado en la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela, y en la posibilidad de seguir construyendo el proyecto político del
Plan de la Patria (ahora sancionado como ley). No solo debemos ayudar a
equilibrar la estructura de precios de todo el sistema económico, también debemos
entender como en los últimos 60 años la doctrina del consumismo y de las
necesidades irreales han mellado en la conciencia colectiva. Debemos entender
las variables de la alienación y la enajenación. Comprender como es que estos
males imposibilitan el avance del Socialismo Bolivariano a otros niveles, y
sobre todo como combatir los mecanismos de esa contracultura del consumismo
como lo señalaba Ludovico Silva. Si
logramos sanar el modelo económico, y la conciencia socialista bolivariana,
estaremos allanando el camino al sistema capitalista y a sus aberrantes
mecanismos de dominación.
Chávez Vive, la lucha sigue.
¡Revolución por siempre!
(*) Docente revolucionario e investigador social.