lunes, 1 de abril de 2013



ENFOQUE DIALÉCTICO
.

Revolución Educativa y Revolución Cultural (II).

Por: Willmer Chang (*)

“Estamos abriendo los caminos iniciales de la primera etapa de una Revolución que trascenderá este siglo, para bien de Venezuela y para hacer realidad un mundo distinto, un mundo mejor.”

HUGO CHÁVEZ

Declaraciones del presidente Chávez
durante la inauguración  de Aldeas Universitarias
5 de abril de 2006
           

En la entrega anterior realizamos el introito de la situación educativa venezolana durante el bipartidismo. De igual manera desarrollamos una comparación histórica sobre el mejoramiento progresivo de las condiciones de la educación en revolución. En tal sentido nos atrevimos a dejar algunos planteamientos que tienen que ver con el impacto del sistema educativo bolivariano en la formación de la juventud. En efecto, recalcamos que los avances de inversión social, la atención de necesidades primordiales, y la constante dotación de recursos, herramientas y materiales, es una mejoría elocuente. Pese al enorme esfuerzo del Estado bolivariano, hay algunos ámbitos que no han logrado generar los cambios necesarios en el proceso revolucionario.

La constante exposición de la juventud a fenómenos alienantes (propaganda y contra propaganda), bombardeo de una estrategia de consumismo exacerbado através de los medios de comunicación masivos, y la imposición de patrones culturales ajenos a la realidad inmediata, siguen impactando. No permite acrisolar los principios y valores revolucionarios necesarios para el gran salto cultural. Este pervertido y bien articulado sistema, está enmarcado en las políticas hegemónicas imperiales para abstraer a las poblaciones  más jóvenes, y contribuye con los sectores reaccionarios  que elevan un muro de contención para los cambios radicales y profundos que reclama nuestra sociedad.

Esta guerra de cuarta generación y de baja intensidad, ha focalizado su eje de acción en los antivalores, la antipatria, la apatía, la banalidad, lo superficial, la antipolítica, lo irreal, lo superfluo. Y tiene consecuencias inimaginables para la subsistencia de nuestro Estado revolucionario. Se transgrede el principio de seguridad y defensa integral de la nación. No puede existir una nación en paz si existen millones de herramientas tecnológicas y toda una parafernalia comunicacional que nos inocula el desarraigo. Y es precisamente el desarraigo la cualidad y rasgo resaltante de esta operación masiva en la juventud venezolana. Una importante parte de los estudiantes del sistema educativo en todos sus niveles, no consideran el momento histórico que estamos transitando. No conocen la naturaleza de la lucha que hubo que dar para poder llegar a tener todos los beneficios sociales que ostentamos. No tienen un punto de comparación referente para contrastar la educación y la sociedad durante la época triste del neoliberalismo y del bipartidismo.  Desconocen que la posibilidad de acceder a una educación gratuita y de calidad, es un derecho constitucional. Desprecian o subestiman la enorme gestión y asignación de recursos en el mejoramiento del sistema educativo bolivariano. Algunas mentes juveniles, aún se identifican con la cultura de la violencia y el culto a las armas para resaltar en la sociedad, en sus barriadas. Y eso representa un problema de magnitudes vectoriales para el avance de la revolución. Por so nos preguntábamos si en esencia, la aplicación del sistema educativo verdaderamente ha impactado estas particularidades. Pues es bien sabido que el sistema promueve una educación reflexiva, crítica, y  sobre todo en concordancia con el proyecto político y social revolucionario. Como exclamaba nuestro inmortal Simón Rodríguez, no podemos tener república si no tenemos republicanos.

Debemos ejercer la crítica y la autocrítica tantas veces enarbolada por nuestro comandante supremo. En tal sentido, es posible considerar algunos elementos para entender porque no ha sido ciento por ciento efectiva la puesta en marcha de la educación bolivariana (educación inicial, media, diversificada y universitaria), dada las condiciones y peculiaridades de cada uno de estos  subsistemas. En consecuencia hemos detectado los siguientes argumentos:

  • El carácter alienante de los mensajes exhibidos en los medios de comunicación, que no están siendo regulados de manera efectiva por las autoridades (pues aún existiendo CONATEL y los colectivos de usuarios y usuarias, aún se siguen masificando las escenas de violencia, guerra, confrontación, antivalores y consumismo en todos los medios), e incluso de manera más directa en los sectores populares. Esto crea una percepción distorsionada de la sociedad, y por ende del comportamiento de la juventud ante la misma. Desde la música, las series de tv, las redes sociales, las películas, y los mensajes publicitarios atentan contra el coherente planteamiento del socialismo de vivir en paz y armonía, y sobretodo en justicia e igualdad. Esto debe ser abordado de manera tajante e inmediata. Se debe accionar el marco legal de la ley de Responsabilidad en Radio y Televisión. Es urgente, pues son cada vez más los efectos de este desliz en la política cultural revolucionaria. 

  • El exagerado número de horas que los estudiantes reciben el bombardeo mediático de antivalores y acciones violentas, en vez de generar hábitos de lectura y reflexión. El Estado revolucionario ha generado condiciones para la implementación de la lectura como herramienta liberadora. La tecnología de comunicación y comunicación casi extermina la capacidad de lectura de nuestra juventud. Solo a nivel de imagen o meta mensaje se pretende encaminar la percepción juvenil. Es necesario seguir profundizando en la masificación de textos, y que se implementen tanto en el hogar como en las instituciones educativas.


  • Existe poca claridad en el ámbito docente sobre lo que  significa la aplicación de la educación bolivariana. Pues no se puede defender o profundizar lo que no se conoce. Para poder impactar realmente nuestras juventudes, los docentes deben convertirse en “MILITANTES”, estar convencidos y preparados para exponer el  SOCIALISMO como alternativa, pues de lo contrario el sistema será aplicado solo como reformismo, y no será posible enfocar y direccionar el fin supremo que es la construcción de una sociedad justa y de iguales, que pasa necesariamente por el entendimiento de que estamos construyendo el socialismo del siglo XXI. Esto requiere el pleno conocimiento de que estamos luchando contra un sistema hegemónico que es el CAPITALISMO, dominante desde hace 500 años. Estamos planteando un Estado revolucionario, no una reforma. Y si no hay verdadero compromiso por parte de quién tiene la responsabilidad de aplicar el sistema, difícilmente podremos generar un cambio cultural.

  • Los ministerios del poder popular para la educación, y la educación superior deben considerar las condiciones en que han sido aplicados los programas nacionales de formación. Evidentemente, no hay un rigor en el planteamiento central de generar identidad y valores soberanos. Si las mallas curriculares se imponen sobre el supremo fin de construir el socialismo, solo transitamos por burocratismo y formalismo. El país no se transforma con solo formatos burocráticos o acciones tecnocráticas. El deber sagrado de hacer patria requiere de una verdadera posición de irreverencia y creatividad necesaria. No solo debemos apegarnos a dogmas curriculares. El sentir popular, la situación dinámica del proceso político y social, y el carácter heterogéneo de los hechos, permiten que eso que se ha denominado “currículo” sea flexible. Pero esa flexibilidad tiene que ver con el sentido pedagógico revolucionario. Con estar plenamente orientados a la construcción del socialismo.

  • Dichos ministerios, deben  DESBUROCRATIZARSE. Todavía transitamos por los vestigios del Estado burgués liberal, que solo logra generar burocratismo y algunas situaciones de corrupción. Es responsabilidad de estos ministerios sincerizar sus nóminas, examinar su personal, pues de poca utilidad es ser pesados y anquilosados aparatos ministeriales si no son efectivos. Aún en estos momentos tenemos a personal en puestos claves y decisivos que NO COMULGAN CON LA REVOLUCIÓN. Pareciera ser una especie de estatus quo, interesado en retrasar y entorpecer el proceso revolucionario. Esta clase de burocracia es un tumor para el avance real y comprometido. Los puestos de decisión en los rangos medios, deben estar en manos de personal intensamente formado y comprometido con la revolución. No podemos seguir dejando en manos de infiltrados estas tribunas. Esta es una fuerza que necesitamos ganar para la transformación cultural (la educación y la cultura son bases fundamentales de toda revolución). Hay que pensar en que cada docente comprometido, debe ser un ente de aplicación efectiva del sistema educativo bolivariano (pasa por reconocer que todavía hay que dignificar la actividad docente, con condiciones de nivel de vida justa, pues es el principal eje para transformar la sociedad). Revisar, ponderar, reivindicar el tema de las condiciones laborales, y garantizar todas las herramientas del Estado  para la cabal aplicación de los principios éticos y metodológicos de nuestra revolución.

  • La corresponsabilidad del poder popular en la potenciación del sistema educativo, conformando una sólida estructura participativa, vigilante, activa en la construcción del socialismo bolivariano. El poder popular es la garantía del azimut revolucionario. No podemos alejarnos de esa premisa, que tantas veces reconoció nuestro comandante presidente. La educación debe tener una estrecha alianza con consejos comunales, las comunas. Deben integrarse con la lógica revolucionaria, no con la lógica burguesa. Nadie mejor informado de la realidad local, que la misma comunidad. De allí que ellos deben participar activamente en la construcción de ese programa de formación que se impartirá en cada centro educativo, sea cual fuere su nivel.

  • Las universidades, deben plegarse de manera frontal, con el proyecto de país contemplado en el PLAN NACIONAL SIMÓN BOLÍVAR, y el PROGRAMA DE LA PATRIA. No se pueden concebir que el Estado de sin falta los presupuestos a las universidades nacionales públicas, y estas escudándose en la AUTONOMÍA UNIVERSITARIA mal interpretada, no colaboren con la real aplicación de estos programas nacionales de desarrollo. Toda la capacidad operativa y académica de las universidades debe estar al servicio de concretar y profundizar dichos planes. Estar en sintonía con las necesidades reales del país en materia productiva y de recursos. Gestionar esos recursos para formar profesionales que verdaderamente aporten al Estado y la construcción del nuevo modelo socio productivo. Es impensable, que universidades utilicen recursos para atentar políticamente contra el Estado revolucionario. Deben convertirse en tribunas de discusión política diversa, sin caer en las posesiones de estancamiento y confrontación. La discusión debe ser para avanzar a la construcción del la potencia suramericana caribeña. No debe ser para la destrucción del estado. Es inconcebible que las universidades autónomas, aún estén evadiendo su responsabilidad con el país. Y deben someterse de manera inmediata a la transparente auditoría del Estado y sus instituciones, pues ninguna autonomía puede justificar el abandono al compromiso de desarrollo real y verdadero.

Las referencias y argumentos antes expuestos, son para su debate y análisis. Para encontrar caminos hacia el mejoramiento del sistema educativo revolucionario, y para humildemente aportar una plataforma de discusión. Y sobre todo para ayudar a construir el socialismo del siglo XXI, legado del inmortal comandante Chávez, que ya había dado muestras de preocupación por algunas circunstancias aquí expuestas.







¡Independencia y patria socialista!

¡Viviremos y venceremos!


(*) Docente revolucionario, investigador social y militante Bolivariano.