viernes, 12 de abril de 2013



ENFOQUE DIALÉCTICO
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El Pensamiento de Chávez, Conciencia de Clase e Identidad Nacional.

Por: Willmer Chang (*)

“La inocencia no mata al pueblo pero tampoco lo salva, lo salvará su conciencia y en eso me ha puesto el Alma”.
Alí Primera.
                                                                      

En los albores de la Revolución Bolivariana, las huellas profundas del pensamiento humanista del comandante supremo se amalgaman con la práctica de la justicia y de la igualdad en los más necesitados.

La capacidad de descifrar el momento histórico, su correlación con el proceso político interno,  el contexto mundial del sistema Capitalista, la extraordinaria carga de patriotismo y nacionalismo, el profundo conocimiento del sentir venezolano, de su gente, de sus costumbres, de su cultura, la necesidad de conformar una identidad con raíces autóctonas, el proyecto bolivariano de integración suramericana, la propuesta de rescatar la tesis socialista con nuevos ribetes, los nuevos códigos y valores de una sociedad más humana, son parte de la conjugación del pensamiento eterno del líder de la Revolución Bolivariana.


Marx  plantea  la conciencia de clase como la capacidad de reconocer el papel de las masas  (especialmente la llamada clase proletaria, los trabajadores,  los campesinos, los humildes) en el intrincado proceso productivo de un mundo atizado por el Capitalismo. Representa el antagonismo clásico de los sectores dominantes contra los sectores dominados y explotados. Chávez se inscribe en los caminos de la lucha de clases, expresada en el conocimiento histórico particular de la Venezuela colonizada por el imperio europeo, luego por el Imperialismo  transnacional petrolero en el siglo XX, y de las clases burguesas que se apropiaron de los medios de producción nacionales posteriormente. No genera la lucha de clases en sí. En muchos casos se le atribuye la polarización del país, pero en realidad es errónea tal aseveración. Desde hace 500 años, el Capitalismo ha generado esta contradicción de clases en nuestro continente. Chávez logra la definición de las clases en pugna. Y quizás  el mérito más relevante sea el de concebir en el seno de las masas populares esa conciencia  y determinación de clase, el papel que juegan en el sistema social, y la necesidad de rescatar sus derechos y bienestar secuestrados por las élites económicas y políticas tradicionales.

Un crisol de corrientes de pensamiento que van desde el Bolivarianismo, Marxismo, Indigenismo, Humanismo, las tesis progresistas, y desde luego el Socialismo, son parte de esa extraordinaria hazaña que es el proceso revolucionario venezolano. El comandante supremo, en alguna oportunidad planteó que las posibilidades de avance en América Latina pasaban por la izquierda, pero que era mucho más complejo y debía ir mucho más allá.  Dato que revela su profundo conocimiento del proceso político en Latinoamérica en el siglo pasado, que cuenta con la experiencia fallida de Chile, y otros ensayos que terminaron por fracasar gracias a la injerencia del Imperialismo estadounidense. Y más allá comprende que el socialismo planteado en el orbe de las revoluciones socialistas en Rusia y China, constituyen un referente, pero que necesita de adaptaciones al contexto venezolano, regional y mundial  en plena Globalización. Conformar un amplio frente de corrientes ideológicas, revolucionarias, progresistas. ¿Revolución? Sí. Pero con matices de nuestra propia realidad. Bienvenidas fueron estas tendencias y experiencias, pero tuvo ese instinto que pocos desarrollan para aplicar estas experiencias acumuladas en el plano de la política nacional.


Entendía la necesidad de nutrir la lucha revolucionaria con el sentir popular y la organización de las masas. Con la participación popular y protagónica. Desarrollar el sentido de lucha y de identidad de clase, era una de las tareas pendientes aún, (con el único ejemplo digno de la Cuba revolucionaria) en esta parte del mundo plagado de ensayos y errores.  Hasta el siglo pasado, los teóricos de la izquierda solo pensaban en el marxismo clásico como vía para generar las revoluciones. En cierto modo, el dogmatismo del socialismo era la nota dominante para plantear una alternativa al sistema hegemónico capitalista y su vertiente neoliberal.

En efecto, en el materialismo histórico se plantea la lucha de clases como motor de la historia, que desencadena la pugna por los intereses proletarios en la búsqueda de la propiedad sobre los medios de producción y contra la burguesía.  Pero en la Revolución Bolivariana,  la capacidad del comandante supremo de jugar con la configuración de las corrientes filosóficas y de pensamiento, lograron lo imposible: La conciencia de clase tan anhelada en décadas de lucha por los caminos revolucionarios, con una particular variable que potenciaba aquel proceso, representado por el pensamiento del Libertador Simón Bolívar, y que va más allá del planteamiento solo del hecho económico o productivo.

 Es el Bolivarianismo precisamente, el pivote ideológico para llegar a la revolución socialista. Las ideas de justicia, inclusión, la mayor suma de felicidad social  y estabilidad política, el trabajo y el estudio dieron en un primer tramo a la Revolución Bolivariana sus cimientos. La población se sintió identificada con el rescate de ese pensamiento libertario, que estaba adormecido y aletargado por décadas de aislamiento por parte de la burguesía. Encendió una llamarada de patriotismo, de “Fuego Sagrado” (como lo señala el Mayor General Pérez Arcay en su libro del mismo título). Era redescubrir esas raíces de independencia y lucha escondidas en los fríos pasillos de una historia manipulada. Era entender que éramos herederos de esa lucha por la libertad, era reconocernos como parte de esa historia necesaria y rebelde. Es el principio de identificarse como mestizo, como pardo, como afrodescendiente, como aborigen, como elemento viviente de un nexo colonial que en la contemporaneidad continuaba, ahora con diferentes actores y diferentes escenarios. Ya no con la  genuflexión e ignominia heredada por siglos de exclusión y dominio.

La misma lucha, pero en tiempos diferentes. Contemplaba entender el significado del tricolor nacional, símbolo de lucha y de nuestra libertad en la gesta heroica. Existe paralelismo entre el concepto de lucha de clases y esta orientación bolivariana, pues supone la posibilidad de igualar las condiciones de las mayorías explotadas, y de asumir la participación efectiva para lograrla. El rescate de la política como herramienta de conquista, y de prolongación de los intereses de clase. Allí radica la capacidad amplia del pensamiento del comandante supremo. Despertar esa conciencia histórica, esa identidad, esa llamarada patriota. Ese amor infinito por nuestro país, por nuestros ancestros, por nuestra capacidad de desarrollar los cambios. Chávez magistralmente logra hacer esta configuración, desgastada en las últimas décadas del Bipartidismo por las innegables transgresiones de los derechos en las mayorías.

En 14 años de revolución, hoy en día los niveles de participación son cada vez mayores. Una población que goza de beneficios sociales en sus misiones, con una progresiva mejor calidad de vida, y las mejoras en todos los ámbitos de sus necesidades inmediatas (tal y como lo señala el socialismo clásico), dan como resultado esa explosión colectiva de conciencia. Ese proletariado, ese campesinado, esa población mayoritaria, entiende su papel en la historia (como lo indica Plejanov en su obra el hombre y su papel en la historia), y se apropia de la lucha, del conocimiento de esos derechos conquistados. Asisten masivamente a los procesos electorales, participan activamente en el proyecto nacional, en los lineamientos estratégicos. Adquieren destrezas políticas, hablan fluidamente de temas económicos, se expresan ideológicamente, hilvanan ideas concretas y promueven el bienestar colectivo.  Existe una conexión especial con ese sentimiento de provenir de las clases más humildes, que al hacerse visibles por primera vez por este Estado, dan muestras de apego y de verdadera lealtad al proceso revolucionario.

Propician los escenarios, y de hecho se convierten en la vanguardia de aplicación de todos los programas y misiones.  El interés por ejercer efectivamente el poder, y la necesidad de apropiarse de los mecanismos para ejercer dicha soberanía, plantean sin duda la conciencia de clase. Ya no desde el  binóculo de la izquierda de los años sesenta o setenta, si no con la plena convicción de hecho, pues ya han transitado por la verdadera democracia participativa y protagónica que rescata sus intereses comunes. Solo posible por el advenimiento del pensamiento de Chávez y su extraordinario don de engranar las piezas del rompecabezas histórico de nuestro país.

La motivación de las clases trabajadoras y campesinas, es el punto de partida para la conformación posterior del proyecto de país con la participación activa ya con dicha conciencia  (La Constitución Nacional de 1999, El Plan Nacional de Desarrollo 2001-2007, Plan Nacional Simón Bolívar 2007-2013, Programa de La Patria 2013-2019).

Esta participación se mantiene y prolonga. De hecho se hace más sólida a medida que la dinámica del proceso revolucionario avanza. La trinchera de las ideas,  el estudio, la intensa batalla de la creación, de la innovación de métodos y herramientas no convencionales para conseguir los objetivos, el arropar a esa conciente masa popular en el huracán bolivariano, son consideradas en el pensamiento del gigante. Es partidario de ejercer de manera profunda el conocimiento, la búsqueda del mismo. Y ese camino lo llevó a dar estos aportes incalculables no solo para la República Bolivariana de Venezuela, sino del continente, pues el pensamiento de Chávez y su proyecto de Revolución son la esperanza de muchos de los países que aún persiguen la independencia y la libertad.


Chávez Vive, la lucha sigue.
¡Revolución por siempre!

¡Independencia y patria socialista!

¡Viviremos y venceremos!


(*) Docente revolucionario, investigador social y militante Bolivariano.

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