ENFOQUE DIALÉCTICO
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Propiedad Privada y Proceso
Productivo: Reto del Socialismo Bolivariano.
Por: Willmer Chang (*)
Una de las características que definen al sistema económico dominante, es
la propiedad privada de los medios de producción. Históricamente la tierra y la
industria, son por excelencia esa propiedad privada que genera las ganancias y la Plusvalía , que está en
manos de las burguesías capitalistas desde el proceso de acumulación originaria,
tal y como lo señala Karl Marx en su obra El
Capital.
Quien controla los medios de producción ejerce el control de la producción
misma, se apropia de la fuerza de trabajo del proletariado, genera ganancias y
condiciona todas las relaciones de producción a favor de sus intereses.
Consecuentemente el efecto inmediato es la lucha de clases, por un lado las
burguesías afianzando su control sobre los medios de producción, y por el otro
el proletariado luchando por zafarse del endemoniado ritmo de la dominación,
enajenación y alienación, con esperanza de tener el control de los medios a través de una contienda que se torna
distante y conflictiva.
Una vez que se ostenta el control de los medios de producción, el proceso
productivo es claramente ejercido con ansias de maximizar las ganancias. Las
clases dominantes, han ejercido este mecanismo desde la fase industrial del
Capitalismo (determinada por la revolución industrial), se incrementa en la
fase financiera con la incorporación del elemento especulativo de la banca
incipiente, prolifera ampliamente
durante la fase imperial con el neocolonialismo y el saqueo de los recursos en
África, sudeste Asiático y Centroamérica, y se afianza en la fase globalizada
con la acción de las multinacionales y transnacionales que monopolizan toda la propiedad
en sus corporaciones, mecanismos refinados de control omnipotente a escala
planetaria.
La propiedad privada de los medios de producción (la tierra y la industria-reforzamos)
se convierte en el punto neurálgico de la acción de un sistema alternativo que
le de orden y prioridad a lo humano. En tal sentido es uno de los grandes retos
que tiene el Socialismo Bolivariano para estructurar un nuevo modelo
civilizatorio.
La propiedad privada en Venezuela es una muy cuestionable razón histórica.
La apropiación de los medios de producción se entrecruza con una oprobiosa
actitud de pillaje y saqueo por parte de la burguesía.
Durante el inicio del siglo XX se convierten en los anillos cercanos de la
dictadura entreguista del Gomecismo, posteriormente del Bipartidismo y el
Clientelismo político, sumando poder y recursos en esta trágica historia de
saqueo a la nación. Se apropian de esos medios de producción con la anuencia
del régimen de turno, sin mayor contratiempo que el compartir su botín con un
selecto grupo de funcionarios de confianza.
El desplazamiento progresivo del ingreso agroexportador por parte de la
actividad petrolera, afianza el control de los medios productivos. La burguesía
“importa” todos los procesos de producción (tanto en el sector agrícola como en
el industrial), maquinarias, herramientas, aditivos, tecnología, asesoría,
partes, productos semielaborados y cualquier otro elemento esencial que sea
parte del ciclo productivo. Se apropian de la mayoría de las tierras en
condiciones de latifundio (improductivos por naturaleza), jugando al macabro
juego del valor de uso por el valor de cambio (engorde de los precios de los
terrenos en futuras ventas) sin propiciar la verdadera producción necesaria
para la seguridad agroalimentaria. Se abandona sistemáticamente la actividad de
producción del campo, con lo cual sentencia nuestra dependencia importadora de
alimentos.
Responden a los intereses mismos de reproducción del Capital internacional,
y fomentan la dependencia absoluta en una suerte de tragicomedia a niveles no conocidos.
No es una tenencia honesta de los medios de producción. Responde al infausto
mecanismo de apropiación por medios no legales, y con vestigios de
ilegitimidad. Se ganan su condición de “burguesía parasitaria”, deshonesta,
apátrida y entreguista. Ni siquiera generan las condiciones de inversión
lógicas para un desarrollo industrial y agrícola nacional. Esta condición se agrava con el advenimiento
de un sistema rentístico, cuya única intención es apropiarse de eso que se
denomina “renta petrolera”.
Tal renta no se desarrolla con el respaldo de la producción en nuestro
país, si no que se desenvuelve en los mercados internacionales de
hidrocarburos, por lo cual la fórmula es letalmente inyectada al proceso
económico nacional. Obviamente, por tener el control de los medios de
producción, quienes se apropian de manera inmediata de ese fenómeno de ingresos
son los integrantes de esa misma
burguesía.
El proceso productivo venezolano ha estado “con síndrome rentístico” desde
la conformación de los gobiernos del siglo pasado. Responde más a una
adaptación del capital a este fenómeno, que a una verdadera producción. Implica
relaciones de dominación aguas arriba, y aguas abajo. También depende
tecnológica y funcionalmente de los centros hegemónicos de poder. El valor de
la moneda estadounidense marca la pauta de este “proceso productivo enfermo”.
El valor real de los productos o mercancías lo determina la burguesía a
través del chocante mecanismo de la
especulación (derivada de la importación) ya que como hemos citado
anteriormente es una burguesía parasitaria (nunca desarrolló procesos de
inversión en investigación, desarrollo y aplicación de tecnología propias), con
lo cual el Estado tiene la responsabilidad de otorgar divisas “apetecibles”
para que se importen los elementos necesarios para la “pseudo producción” en
los medios de la burguesía. Reclaman más divisas para importar de lo que
realmente producen, pero aún así dominan las reglas de la oferta y la demanda.
El neoliberalismo en la década de los 80 y 90, abogaba por la tendencia de
la privatización de los activos del Estado y de los servicios públicos básicos.
Esta situación favorecería el control absoluto de los medios de producción por
parte de la burguesía, ya que el Estado en esta tesis económica no interviene
en el proceso productivo, y se reduce sustancialmente (vendiendo activos como la CANTV , PDVSA, CVG) para dar
paso a la empresa privada como agente intermediario entre el “mercado” y los
consumidores. A pesar del estallido social
antineoliberal en febrero de 1989, la burguesía seguía poseyendo el
control de los medios de producción, con lo cual solo se aletarga la
confrontación de clases.
En el contexto de la
Globalización , la propiedad privada sufre mimetismos y
procesos de apropiación de mayor envergadura. Se desarrollan la “franquicias”
para asegurar el control del medio productivo, a través de testaferros
“locales”, pero que solo son guardianes de los intereses transnacionales, y del
capital foráneo. Se dan nuevas formas de la propiedad privada caracterizadas
por la captación rápida de los ingresos,
y el envío de estos a las sedes de las compañías matrices.
La hegemonía en el control de los medios de producción genera otros rasgos
sui generis en Venezuela. Propicia el desarrollo desigual combinado en diversas
escalas (con respecto a otros países, y en nuestra misma economía), poniendo de
manifiesto la necesidad casi vital de apropiarse de la “renta petrolera”. La denominada economía informal, es uno de
esos efectos colaterales. Inducido por políticas indolentes en materia social y
económica, el sector informal sufrió una explosión exponencial. La economía
informal es una variable muy complicada, ya que reproduce la dependencia
importadora que favorece a sectores hegemónicos nacionales y trasnacionales, se convierte en mecanismo distributivo, que
no recibe beneficios de ley establecidos para cualquier trabajador en relación
de dependencia (aún cuando piensen que sus ganancias son netas), y sin una cultura
impositiva que beneficie al fisco nacional.
Con semejante cuadro clínico, el Socialismo Bolivariano tiene varios retos.
En primer lugar decodificar la lógica del capital orientada a monopolizar los
medios de producción. Se han dado avances al respecto, con el reconocimiento de
nuevas formas de propiedad, tales como la propiedad social, la propiedad mixta,
o la propiedad comunal. El Socialismo venezolano no elimina la propiedad
privada. Solo abre la posibilidad de coexistir con otras formas de propiedad.
Pero en este sentido, la necesidad de materializar efectivamente estas nuevas
forma de propiedad es más que vital. Existen ejemplos de control obrero en
empresas abandonadas por sus dueños, que abren el camino a la cogestión y la
propiedad colectiva. De igual manera, una aplicación justa de la ley de tierras
reivindica la distribución de la misma, que en latifundios supuso el atraso del
sector agropecuario nacional. De la redistribución de los predios existen
referentes de unidades productivas exitosas. Pero esto hay que masificarlo. Una
verdadera reforma agraria, que promueva la propiedad social o colectiva, y que
en mismo termino tenga capacidad de levantar la producción, con un impacto real
en la economía. Es uno de los
lineamientos que se encuentran en el programa de la patria, en concordancia con
la construcción de una Venezuela potencia, capaz de producir los alimentos y
sub productos derivados necesarios para el consumo interno, y más allá del
excedente que pueda ser distribuido a nivel regional en el marco de MERCOSUR,
UNASUR y EL ALBA.
La construcción de las Comunas es un elemento vinculante para materializar
las nuevas formas de propiedad. Constituye el ensayo real del socialismo, donde
existe una orientación clara de lo que debe ser el proceso productivo. Es allí
donde se debe intensificar los esfuerzos para esa experiencia colectiva. Desde
los inicios del proceso revolucionario, colectivos a nivel nacional dan
muestras de extraordinarios avances para abrir el camino al control colectivo
de los medios de producción. Desde actividades comerciales de trueque,
autogestión, producción artesanal, producción a mediana escala, talleres,
patios productivos, hasta unidades de producción con orientación industrial.
Aprovechando el impulso de la aplicación de la
Gran Misión Vivienda Venezuela, es el
laboratorio perfecto para ejercer la orientación de punto y círculo,
articulando las potencialidades naturales de los espacios con una forma de
apropiación colectiva. Deben ser ejemplo de lo que significa el nuevo modelo
económico socialista, en donde las relaciones de producción son horizontales, y
con un profundo carácter social.
Ciertamente el Estado en apoyo a esas iniciativas, inyecta recursos para
una fase inicial. Pero debemos ir conformando mecanismos de propiedad que sean
autosustentables, y que realmente sumen al proceso productivo real, sin la
dependencia estatal. Hay que propiciar
una propiedad colectiva de los medios. En contraposición solo con el recurso
legal de la expropiación, el socialismo debe encontrar puntos de encuentro para
gradualmente disponer de los medios que son insustituibles para el
mantenimiento del Estado.
En relación al sector privado, deben asimilar los intereses nacionales por
encima de sus aspiraciones a ganancias exorbitantes. Desde hace algún tiempo se
debate la necesidad de regular las ganancias con respecto al rubro. Esto sería
una sana medida para evitar la especulación y frenesí de acumulación a expensas
de las mayorías. De igual manera,
conlleva a un compromiso de estimulación de los sectores que verdaderamente
quieran producir. Con políticas fiscales especiales que les permita a esta
forma de propiedad privada “encaminarse” a objetivos del programa de la patria
y el proyecto económico nacional.
En materia tributaria, se debe consolidar la cultura fiscal. Desarrollar un
fuerte sistema de recaudación, donde la carga impositiva mayor sea aportada por
el que más tiene. A cada cual, según sus capacidades, como reza el principio
socialista. Otras economías del mundo apoyan su proceso de captación de
ingresos por medio de los impuestos. No podemos seguir reproduciendo una
cultura indolente con respecto a la recaudación, y se debe castigar con rigor
la evasión, tanto de las grandes compañías como de los previstos para tributar
en el común proceso productivo. En
materia de recaudación fiscal hemos avanzado notablemente. Sería fundamental
seguir perfeccionando esta tendencia.
Debemos fortalecer el ingreso no petrolero, en todas sus actividades.
Diversificar el proceso productivo en actividades como el turismo, la
producción industrial nacional, y la agroindustria. El apalancamiento de estos
sectores puede incidir en la conformación de una nueva arquitectura económica,
caracterizada por el verdadero hecho productivo y no de la apropiación de la “renta
petrolera”.
Chávez Vive, la lucha sigue.
¡Independencia y patria socialista!
¡Viviremos y venceremos!
(*) Docente revolucionario, investigador social y militante
Bolivariano.